20 de noviembre de 2014

Los pasos previos, Francisco Urondo

Nunca he entendido muy bien cómo Rodolfo Walsh, Francisco Urondo y otros escritores un buen día decidieron abandonar las letras y empuñar las armas. Así, a lo don Quijote. Y me cuesta entenderlo, entre otras razones, porque, cuando ellos morían torturados o abatidos por las balas, nacía yo en una pequeña ciudad de provincias de otro continente. Además, en mi familia no estaban  entonces ni los argentinos ni los uruguayos que más tarde fueron llegando.

Uno piensa en la Guerra Civil y recuerda a los escritores españoles de un modo distinto. A Lorca, fusilado; a Miguel Hernández, en su «viacrucis de las cárceles»; a Machado, Aub, Cernuda y compañía yéndose al exilio. Y, por el otro bando, recuerda a los Laín Entralgo, Ridruejo, Foxá, Torrente Ballester y compañía de coñac y puro jugando a ser fascistas intelectuales en la corte de Franco, es decir, en «un Burgos salmantino de tedio y plateresco, en una Salamanca burgalesa de plata fría». O algo así.

Quiero decir: uno piensa en los escritores españoles como los ve, por ejemplo, en Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939), de Andrés Trapiello, o en Leyenda del César Visionario, de Francisco Umbral... Vamos, que nunca se los imagina pegando tiros.


Felipe Vallese, un metalúrgico como punto de partida

Vaya por delante que Los pasos previos (Adriana Hidalgo, 2011) no es una buena novela. Lo advierte incluso el prologuista, Ángel Rama; sin embargo, como sostiene el insigne crítico uruguayo, este libro es un estupendo documento para entender mejor qué llevó a una generación de intelectuales de izquierda a seguir los pasos del Che Guevara. También para comprender mejor el resultado de aquel intento revolucionario:
Leída desde la perspectiva de la derrota de esta batalla (no de esta guerra), se altera todo su sistema de significación: [Los pasos previos] se lee como el diagrama de una gran equivocación, como el comportamiento extraviado de una razón que no atinó a medir la realidad, como el pecado del hijo del irrealismo cuando no del idealismo.
Los hechos que narra el libro discurren aproximadamente entre 1960 y 1970. Uno de los hitos lo sitúa Urondo en el 8 de julio de 1962, en el crimen de la calle Gascón 257. Allí la Policía Federal baleó por error a dos sargentos de la unidad de San Martín, esto es, se produjo una situación de policías que matan a policías. La versión oficial responsabilizó del asesinato a los comunistas y le cargó los muertos —nunca mejor dicho— a Alberto Rearte, un sindicalista al que tenían fichado y que no estaba relacionado con el asunto.

El crimen de Gascón termina —por hacer corta la historia— con Felipe Vallese, amigo de Rearte y obrero metalúrgico, secuestrado, torturado y asesinado por la policía. Felipe Vallese se convierte así en un desaparecido. De hecho, si no he entendido mal a Urondo, en uno de los primeros de la larga lista que vendría después.

De algún modo, la desaparición de Vallese pone a muchos sobre la pista de que la Argentina está entrando en una etapa muy peligrosa. También de que el terrorismo de Estado es un hecho. O al menos así nos los da a entender el texto: «Se estaba demostrando que en nuestro país un hombre puede desaparecer, puede conocerse a sus secuestradores, con nombres y apellidos, y no pasar absolutamente nada».

El caldo de cultivo

A fin de mostrar el contexto, Urondo nos hace caminar por la siempre compleja historia argentina. Y es que ese momento es muy convulso y rico en acontecimientos relevantes; a saber: la dictadura de Onganía (1966 - 1970), la muerte del Che en Bolivia (1967), la fundación de la CGT de los Argentinos (1968), el Congreso Cultural de La Habana (1968), la gira de Nelson Rockefeller por América Látina (1969) o el Cordobazo (1969). Y eso solo por hablar de algunos de los grandes éxitos de una época signada por la triada dictadura, oligarquía e imperialismo.

Además, Argentina atraviesa en 1968 un momento dramático, descrito así por el libro:
La situación del país no puede ser otra cosa que un espejo de la nuestra. El índice de mortalidad infantil es cuatro veces superior al de los países desarrollados, veinte veces superior en zonas de Jujuy, donde un niño de cada tres muere antes de cumplir un año de vida. Más de la mitad de la población está parasitada por la anquilostomiasis en el litoral norteño; el cuarenta por ciento de los chicos padecen bocio en Neuquén; la tuberculosis y el mal de Chagas causan estragos por doquier. La deserción escolar en el ciclo primario llega al 70 %; al 83 % en Corrientes, Santiago del Estero y el Chaco; las puertas de los colegios secundarios están entornadas para los hijos de los trabajadores y definitivamente cerradas las de la Universidad.

En ese caldo de cultivo, asoma una un dirigente sindical llamado Raimundo Ongaro, que parece significar un punto de inflexión (perdónese, por favor, mi ignorancia sobre historia sindical argentina; la subsano con este enlace). Y junto a él, surge ese otro punto de inflexión en el periodismo y la literatura del cono sur que es Rodolfo Walsh. Juntos, Ongaro y Walsh, escribieron Solo el pueblo salvará al pueblo, del que aparecen numerosos y extensos extractos al inicio de varios capítulos del libro de Urondo.

En Los pasos previos se ve con claridad que Rodolfo Walsh fue el espejo en que mirarse para otros escritores de la época. En un pasaje donde Urondo extracta parte del trabajo que hizo el periodista Leopoldo Barraza sobre el caso Vallese, el propio Barraza deja escrita una frase que así lo indica: «Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, marcó el camino a seguir».

Y tanto que sí.

En fin, Los pasos previos es un libro interesante para ver cómo algunos intelectuales argentinos pasaron de leer a Sartre, criticar a Borges por «chupamedias de los intereses norteamericanos» o escuchar a Erik Satie mientras fumaban un Gitanes a convertirse en guerrilleros revolucionarios. Y a mí, en particular, me hace sopesar si acometer algún día el voluminoso libro que escribieron Martín Caparrós y Eduardo Anguita sobre la historia de la militancia revolucionaria en la Argentina.

*

PD 01. En esta página de El Ortiba hay más información sobre Francisco Urondo.

PD 02. El 27 de octubre se celebró una lectura de poemas de Haroldo Conti, Rodolfo Walsh y Francisco Urondo a cargo de Susana Oviedo en Casa de América. Aquí va enlazado el vídeo (1,5 h).

14 de noviembre de 2014

Transición: Gregorio Morán vs. Juan Carlos Monedero



El miércoles pasado, El Diario subió esta charla entre Gregorio Morán y Juan Carlos Monedero. Moderó Juan Diego Boto. Los créditos del streaming son de Stéphane M. Grueso. La conversación es larga, pero merece la pena si a uno le interesa llamada «cultura de la Transición».

Mientras veía la charla, tomé algunos apuntes. Quizá a alguien le sirvan.

TRANSICIÓN
  • La importancia de quién y de cómo se construye el relato político. La pregunta que deberíamos hacernos es quién construyó el relato de la Transición. Es más: por qué y para qué, a beneficio de quién.
  • El relato que nos han hecho de la Transición —y por extensión del 23F— es, en esencia, mentira.
  • El año 1979, según Monedero, fue el de mayor conflictividad laboral de la historia de España. Y, en paralelo, según Morán, el diario El País no paraba de amedrentar a la población con aquello de que había «ruido de sables».
  • Más que algo colectivo, según Morán, la Transición española fue algo manejado por 4 o 5 personas.
  • La Transición, en palabras de Vázquez Montalbán, fue una correlación de debilidades. Por eso se quedó en transición y no se alcanzó la ruptura con el franquismo.
  • El propio rey Juan Carlos sería la piedra angular sobre la que Transición y corrupción quedaron asociadas ya para la historia. Al parecer, según Morán, una de las primeras cosas que hizo Juan Carlos de Borbón fue pedir dinero por carta al sha de Persia. Le dijo que era para  financiar a la UCD y frenar el avance del comunismo en los Ayuntamientos españoles en las próximas elecciones... Ese dinero —alrededor de mil millones de pesetas— nunca llegó a UCD. Según Morán, la carta puede consultarse en un libro publicado por un colaborador del sha (juraría que es este).
  • La Transición se caracterizó por el miedo; el miedo era lo que estaba más arraigado en la sociedad española. Franco llegó matando y se murió matando; por tanto, según Morán, mienten quienes dicen que descorcharon botellas de champán: esos, como todos los demás, se quedaron en casa sin saber muy bien qué iba a pasar. Y sí, la gente salió a la calle, pero no para celebrar la muerte del dictador, sino para formar largas colas el día de su funeral y despedirlo con honores.
  • A diferencia de Alemania o Francia, España ha carecido de una sociedad civil que actúase como freno ante los políticos. Conclusión: hay que construirla.
  • Parte de la regeneración de España pasa por la construcción de una esfera pública virtuosa similar a la de otros países europeos.

INTELECTUALIDAD

  • En los 60, los intelectuales soñaban con ser críticos frente al poder; hoy sueñan con ser funcionarios.
  • La herencia intelectual de la llamada inteligencia española es bastante pobre: los Fernando Savater, Enrique Gil-Calvo, Fernando Vallespín, Santos Juliá o José Álvarez Junco se caracterizan, sobre todo, según Monedero, por haber involucionado en su pensamiento. ¿Es posible nombrar 5 libros que hayan dejado como referencia ineludible para generaciones venideras?
  •  Vale, todo está fatal; pero siempre quedaré el comodín Gramsci: pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad.

PD. Reseña de El maestro en el erial, de Gregorio Morán.

6 de noviembre de 2014

La inmensa minoría, presentación en Medina de Pomar


Por si no se lee bien la invitación, aquí van los datos:
Más información sobre La inmensa minoría: reseña en Babelia, reseña en Solo de Libros, reseña en La cueva del Erizo y dramatización de un pasaje en TVE. También una entrada en este blog.

Y poco más. Nos vemos por allí.