17 de septiembre de 2013

La vuelta del verano


Lo que cuesta volver de las vacaciones y ponerse al día con todo. Casi más que subir a cualquier montaña (y eso que a la de la foto, el Pic Gabiet, nos llevó un rato llegar). Pero, bueno, va siendo hora de regresar a mantener con vida el blog o si no lo dejaré 2 o 3 meses más en el frigorífico, que me conozco. En fin, aprovecho que he vuelto lleno de buenos propósitos para comenzar a cumplir con alguno de ellos.

Este verano he leído mucho menos de lo que me gustaría; sin embargo, he visto —y aprehendido— más mundo del esperado (que es otra forma de leer). Quizá más adelante me anime y escriba algo al respecto, en especial de la experiencia traumática que supone cruzar la frontera estadounidense rumbo a México con un pasaporte español que diga que naciste en Guadalajara. En serio: traumática. Ahora entiendo un pelín mejor lo que viven los mexicanos a diario con su vecino del norte.

En The West Wing, el presidente de los EE.UU. aparece siempre como un tipo culto que sabe mucho de geografía, historia o literatura. Incluso Aaron Sorkin introduce bromas con el Quijote, como en The Newsroom. Sin embargo, la realidad del aeropuerto de Atlanta —el más transitado del mundo— es algo distinta, y ni el agente Thompson, la agente Williams o el agente Pacheco, entre otros oficiales de policía que custodiaron mi pasaporte y tarjeta de embarque, entendieron del todo que en España también existe una Guadalajara. Incluso desde antes que la otra, la mexicana.

Quizá suene gracioso, pero no lo fue. No estoy acostumbrado a que me tomen por un falsificador de pasaportes, a que me acusen de mentir sobre mi origen o a que alguien abuse de su autoridad y me falte al respeto. Por cierto, tampoco ayuda sobremanera contarle a una agente de policía con pinta de hermana de Venus Williams que eres profesor de escritura creativa o de redacción:

—¿Esa cosa de los libros?
—Sí, esa cosa de los libros.

Algo que, sumado a mi acento al tartamudear en inglés intentando explicar quién era yo y cómo había sido mi vida los 37 años anteriores a este, solo me ayudó a cambiar mi supuesto origen mexicano por un no menos supuesto origen francés o marroquí (¿?). «Cosas veredes que farán fablar las piedras», que decía aquel. Veremos si voy contando alguna cada tanto. Por ahora, a ver si la Policía española me explica por qué soy tan peligroso. Después vendrá lo de inundar el mercado EE.UU. con miel de la Alcarria y discos de Los Hermanos Cubero.

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