17 de octubre de 2012

La Fábrica del Lenguaje, S.A., Pablo Raphael

En mi libreta figuran unas cuantas notas sobre este libro, que sin embargo ya devolví hace un par de meses a la biblioteca. Como entonces seguía en crisis con el blog, ahí se quedaron y no las usé para escribir algo sobre este ensayo. Ahora, por el contrario, que estoy de lo más hacendoso, al menos quiero salvar 4 o 5 anotaciones que tomé. El sentimiento de culpa literario es lo que tiene.

Según mis apuntes, allá en la página 40 figuraba este pensamiento (no sé si literal o alterado por alguna distorsión mental mía): las generaciones actuales vivimos en una cultura tan global y no literaria que si le preguntáramos a la gente por 5 escritores o escritoras venezolanos es probable que ni siquiera un venezolano pudiese contestarte. (Y yo, ahí ahí estoy, ¿eh? A ver: José Balza, Ednodio Quintero, Rómulo Gallegos, Juan Carlos Méndez Guédez y..., y..., me falta uno, mierda. Vale, un momento que miro la estantería: Israel Centeno, carajo. Ya están los 5. Costó, cago en tó). La gente sabe de cine, de televisión, de telenovela, de casi cualquier cosa menos de literatura. Entre otras razones porque la sociedad lee cada vez menos literatura.

Otra nota que tengo —también debe de ser entre literal y medioinventada por mí— habla sobre la posmodernidad. Es más, dice que la posmodernidad literaria consiste en un puñado de nombres que intentan hacerse un hueco en la literatura y vivir de ella en tiempos del capitalismo; en tiempos donde un bote de sopa Campbell es arte, es decir, donde un libro, conceptualmente, es para muchos mandamases de la industria cultural una lata de atún que se coloca en un punto de venta para competir con otras latas de atún.

No figura la página... Así que quizá esto sea más una excrecencia mía que un pensamiento del autor. O algo a medias, vaya usted a saber.

La tercera nota es más confiable, al menos figura que procede de la página 72. Y, según mi horrible letra a mano, dice lo siguiente: «Así como la necesaria reforma de la Iglesia católica no nacerá de Roma, el nuevo español sucede y vendrá del otro lado del Atlántico». (Esto tiene pinta de ser literal, de Raphael). Calculo que lo apunté porque estoy, en esencia, de acuerdo. También porque estoy cansado de algunas personas que están convencidas de que la gente del otro lado del Atlántico habla mal nuestro idioma. En fin, somos unos 400 millones de hispanohablantes y solo unos 46 —y menguando— en España; así que la matemática lingüística es clara.

También tengo transcrita una fórmula, que tiene pinta de receta generacional para los autores y autoras nacidos en la década del 70. Según Raphael, a diferencia de otras, esta generación no ha tenido una guerra en la que involucrarse y ha empleado su energía en otros menesteres. La fórmula dice así:
Rebeldía + Juego textual + Desdén por la alta cultura + Actitud 'forever young'
De la página 124, o a raíz de algo que leí ahí —sí, así de impreciso es esto—, anoté esta pregunta: ¿cómo influirán los escritores y la escritoras de la alta cultura en una sociedad que cada vez lee menos, y sobre todo que cada vez lee a ese tipo de autores porque ni siquiera sabe que existen? Mejor no contestar...

Una nota general —esta es mía— habla sobre que la manera de escribir de Pablo Raphael, que me recuerda a la de Iván de la Nuez... Hay momentos en que hay tanta pirotecnia verbal, en que el texto salta tan rápido de un tema a otro y sin fijar con calma los conceptos y las argumentaciones, que no entiendo nada, me pierdo. Unos lo llaman pensamiento arborescente. Otros, pensamiento Google. Yo, retórica algo empalagosa —¿afrancesada?— y zapping temático que me pone los nervios. Será que soy de Castilla la Mancha, no sé, tierra lejana de México y Cuba respectivamente.

Por último, un dato que aún debo investigar con mayor profundidad: existe un grupo de música que se llama Instituto Mexicano del Sonido que aparece varias veces en el libro. Como sé tanto de música mexicana como de literatura venezolana, procedo ya mismo a desasnarme al respecto. En principio me gusta: la letra de sus canciones me hace prestar atención a su música. Solo por eso ya merecía la pena este libro. 

Fin de este desastre. La próxima vez a ver si soy más serio y menos haragán... Aunque esto es un blog, apenas tengo tiempo libre y me prometí a mí mismo tomármelo esta vez de manera relajada. Veremos.

PD. Aquí una crítica de Nicolás Cabral no muy positiva sobre el libro. Desconozco quién es Cabral, pero Google me dice que es un autor mexicano y que publica artículos en Letras Libres. Para compensar, aquí una entrevista con Pablo Raphael y por acá, el booktrailer de La fábrica del lenguaje S.A., que tiene su punto.


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