28 de septiembre de 2012

25S | ¿Y si fuera tu madre?



Esta mañana he recordado una frase que leí hace tiempo en el blog de un amigo. Decía así: «Cuando algo importante está sucediendo, guardar silencio es mentir». Y se la adjudicaba a A.M. Rosenthal, un periodista que ganó unos cuantos premios, entre ellos el Pulitzer en 1960. Si yo guardase silencio sobre este video, mentiría. Por eso esta entrada.

Mi novia y yo vimos la detención de esta persona. Y hasta donde alcanzo a recordar, la detención fue arbitraria. Yo no vi que cometiese algún delito. Y mucho menos alguno de los delitos que la juez de instrucción número 8 de Madrid le imputa. (Asumo que a todos los detenidos les acusa de lo mismo: atentado, resistencia y delito contra las instituciones, etcétera). Es más: aseguro que a esa hora, alrededor de las 21:45 h, la plaza de Neptuno estaba en calma y que nadie incordiaba a la policía. Insisto: la plaza estaba en calma. Las piedras estaban en el suelo, no en el aire.

Lo que sí vimos es lo que muestran las imágenes.

Si alguien se pregunta por qué no hicimos nada, se lo diré: había policías antidisturbios por todas partes, unos cubriéndose a otros, armados. Nosotros, como mucho, teníamos nuestros teléfonos. Todos corríamos el riesgo de terminar en el suelo, vapuleados y pisoteados por una banda de energúmenos a quienes les pagamos para lo contrario, es decir, para que nos protejan. Por suerte, alguien fue más valeroso que yo y grabó de cerca estas imágenes.

Desde aquí quisiera decirle a esta mujer, a su familia y a sus amigos que estoy con ella, que aquí va mi abrazo y mi reconocimiento por su civismo, por su valentia. También a la persona que grabó y subió este vídeo.

A los policías les hago la misma pregunta que se escucha en el vídeo: ¿y si esa persona hubiera sido su madre?

Es más: a la alcadesa, Ana Botella, y a la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, que han justificado en público la actuación policial, les pregunto más directamente: ¿y si hubieran sido ellas?

PD. Por si alguien quiere saber a qué nos arriesgamos por protestar en la calle contra los recortes del Gobierno, le aconsejo ver este otro vídeo. Lo que le pasó a este chico también pudo haberme pasado a mí, a ti o a cualquiera. La doctrina del miedo consiste en esto, en intentar acobardarnos a golpes. No lo conseguirán. Mi homenaje también para este chaval, ejemplo de educación y civismo.

PD para políticos. Ser ciudadano es mucho más que ir cada 4 años a votar.

26 de septiembre de 2012

El 25S y una consigna que narrar



A continuación proporciono una idea para aquellos que quieran escribir cuentos y novelas y estén faltos de inspiración. O de tema. O de lo que sea. Vaya por delante que la clave es realista; así que es probable que los interesados en policiales suecos, intrigas palaciegas del siglo XVIII, enfermos de metaliteratura, practicantes confesos de la individualista posmodernidad o adictos al sexo en Nueva York —en todas sus posturas y variantes literarias/televisivas— prefieran buscar otra consigna para mostrar su talento como narradores. Lo entenderé. Eso sí, yo tenía que avisar.

Para los demás narradores sin inspiración, tema o lo que sea, aquí van unas cuantas indicaciones. Ojalá que les sean útiles para poner a prueba sus cualidades y adentrarse en emociones estéticas nuevas.

01 | Contexto. Si no has leído los periódicos o no has visto la televisión, échale un vistazo al vídeo de arriba sobre la manifestación del 25S. Son solo 5 minutos, descuida. TVE, la televisión española, retransmitió en directo lo que sucedió ayer hacia las 19 h en Madrid. Aprovecha que tienes material de primera mano... En el telediario de hoy, la empresa que purga con mano firme el experto Leopoldo González-Echenique ya había editado lo que le había parecido oportuno.

(Y si quieres ampliar, te recomiendo estos 8 vídeos que ha publicado www.eldiario.es o este otro que ha salido en El País.)

02 | Historia. De los 5 minutos de vídeo, me interesa lo que sucede aproximadamente entre 2:26 y 3:10. Es menos de un minuto... Pero es una historia brutal, en el sentido literal (y en todos los demás sentidos). Te invito a que veas de nuevo el vídeo, pero fijándote en estos detalles:

  • Busca una chica que lleva una chaqueta de color rojo/rosa. Tras la carga policial cae al suelo junto con otras personas. Se levanta; sin embargo, la vuelven a tirar y un policía va a por ella. Cuando este la agarra, la golpea sin paliativos (¿como un maltratador?). También hay un chico, viste de negro. Él intenta protegerla: primero cubre su espalda, luego se abraza a ella para que no los separen... y, como alentó ayer el jefe del SUP, también recibe «leña y punto».
  • No pierdas de vista la patada que le pega un policía a él para separarlo de ella. Tampoco, cómo un policía la levanta a ella del suelo y la sujeta por el cuello.

03 | Conflicto narrativo. El que tú quieras. Mira 5 veces la secuencia que menciono y decide uno. Ahora bien, puntúa triple escribir un monólogo interior del policía que golpea a la chica y la agarra del cuello. Pegarle a un chico está muy visto ya en la literatura; darle leña —y punto— a una chica cuyas armas son sus manos desnudas no tanto...

04 | Consideraciones. Supón que ella y él son pareja (es solo por abreviar) y que asisten a la manifestación para protestar contra los recortes en educación y sanidad, el cambio en la ley del aborto, los recortes salariales o la subida del IVA, del IRPF y de todos los suministros. Intenta meterte en su papel: piensa que esas dos personas sois tu chica/o y tú. En mi caso, una pregunta que me plantearía es esta: ¿qué haría yo si un policía antidisturbios golpea a mi novia como lo hace el señor del vídeo con la chica de rojo/rosa?

En caso de querer contar algo desde el punto de vista del policía, no estaría de más suponer que tiene pareja, una hija, sobrinas... Y que ellas lo ven ejercer su oficio en este vídeo. Lo reconocen, vaya.  ¿Están orgullosas de él? Toque posmoderno: que valoren de uno a diez su profesionalidad.

A la parte sentimental, añadamos unas restricciones al más puro estilo Oulipo. Esto siempre evita la dispersión. Ahí van:


05 | Sugerencia para la dedicatoria. Piensa en algo ocurrente a la par que sentido para esos dos chavales. No son héroes de cómic o de teleserie, son héroes de carne y hueso, y según los periódicos están acusados, como el resto de los detenidos, de haber cometido un delito contra la nación. Ojalá que tu cuento o tu novela consiga explicarme cuál.

Bonus track (por si tienes problemas para identificar a los protagonistas).





24 de septiembre de 2012

Ignacio Echevarría: artículos para repensar la crítica literaria

La semana pasada asistí a un seminario de Ignacio Echevarría, crítico literario y autor de la columna semanal  Mínima molestia en El Cultural. Como disparador para el debate y la reflexión, Echevarría se preguntó si la crítica tradicional ha muerto y si asistimos a un cambio de paradigma respecto al principio de autoridad. A partir de ahí, la gavilla de temas relacionados que abordamos fue notable. Destaco solo un par: la defunción de los suplementos literarios convencionales como vehículo para ejercer la crítica y la existencia —o no— de una nueva generación de críticos con los conceptos teóricos suficientes como para alumbrar una manera diferente de enjuiciar las obras.

Quizá más adelante me anime a escribir algo sobre las conclusiones; por ahora, me conformo con poner a salvo unos cuantos artículos que recomendó Echevarría para acercarse a la cuestión y guiar la charla. Como los argentinos nos sacan ventaja en cuestiones literarias y mantienen en los medios polémicas de más alto vuelo teórico que las nuestras, dedicamos una parte importante del seminario a ponernos al día de lo que acontece al otro lado del Atlántico. 

Para ello, quizá lo mejor sea empezar por leer «Crítica insurgente», de Ignacio Echevarría, donde sitúa de manera sucinta el quid de la cuestión. Y luego seguir con estos artículos publicados en diversos medios de allá:


De regreso a la vieja y oxidada Europa, leímos las opiniones vertidas por algún francés (Bernard Pivot), alguna inglesa (Claire Armtistead) y algún español (Alberto Olmos) en «Radiografía de la crítica literaria», de Winston Manrique Sabogal. (El País publicó una versión ampliada de ese artículo, pero aún no la he localizado).

En cuanto al tono con que debería escribir un crítico contemporáneo, parte de las conclusiones están recogidas en una miniserie llamada «Informes de lectura», publicada por Echevarría en El Cultural. Son tres artículos, y en ellos el autor reflexiona sobre un par de libros que recogen los desinhibidos, divertidos y agudos comentarios que Roberto Balzen o Gabriel Ferrater redactaron para sus editores mientras cribaban obras. Haciendo pie en esos escritores se pregunta si ese es el estilo «despiadadamente personal» que pedía Martin Walser a finales de los 60 —otro momento en que no se sabía si la crítica se moría o se reinventaba— y que parece que reclamamos los lectores del siglo XXI.

Fue interesante cómo llegamos hasta ahí partiendo de una polémica surgida a raíz de esta entrada, «La crítica kitsch (o el retorno de la crítica conservadora)», de Alberto Santamaría en su blog. Este crítico español discute allí, desde una posición más o menos tradicional, el trabajo realizado por dos blogs bastante conocidos, Lector Mal-Herido y La Medicina de Tongoy. Según Santamaría, ambos son representativos de «un "decir directo", sin concesiones al lenguaje teórico» y donde «se “reseñan” novedades asentando su lectura sobre un criterio de verdad (no argumental) que hace del cinismo su forma».

Y hasta aquí por ahora.

PD 01. Arriba menciono los artículos que he localizado en la web. En cuanto a bibliografía tradicional, leímos extractos de Crítica de la crítica, de Peter Hamm; La obra de arte en la época de su reproducción mecánica, de Walter Benjamin, y Función de la crítica, de Terry Eagleton.

PD 02. Añado un par de artículos más, pero estos de mi cosecha, nada que ver con el taller. Uno, «La crítica muy crítica», del que me acordé porque figura en Literatura y fantasma, de Javier Marías; y otro, «¿Y dónde está la crítica? Algunas notas sobre un oficio en extinción», de Maximiliano Tomas, que me lo encontré ayer mientras navegaba.

20 de septiembre de 2012

Los lemmings y otros, Fabián Casas

«No hay soledad más profunda que la del samurái, salvo quizá la del tigre en el jaula». Eso dice el Bushido, según Fabián Casas, un poeta y cuentista argentino algo karateka. Y eso, entre otras cosas, es lo que me parece que plantea su libro Lemmings y otros. Al menos a mí, que hay días que juraría ser un hámster que corre en su ruedita para divertir a otros.

O dicho de otro modo: da igual que te llames Sebald, escribas libros tipo Austerlitz y seas el paradigma del escritor para escritores, o que te llames Astérix, seas el encargado suplente en un bloque de apartamentos y que tus grandes aportaciones a la humanidad consistan en asesorar sobre el celo de una gata revoltosa o salir a bailar con un vecino que está por separarse de su pareja. Da igual, en serio. En la batalla contra la muerte, en la pelea por estar vivos, siempre estamos a solas con nuestra conciencia. Cada uno en su jaula. Cada uno con su arte marcial peleando lo mejor que puede por resolver el viejo dilema: ¿oxidarse o resistir? 

La respuesta del libro procede del mismo sitio que la pregunta: de una canción, «Una casa con diez pinos», de la banda argentina Manal (cuyos primeros acordes me recuerdan alguna canción de Hendrix que no termino de identificar):
[...]

Un jardín y mis amigos
no se puede comparar
con el ruido infernal
de esta guerra de ambición
para triunfar
y conseguir
prestigio en la ciudad,
dinero y nada más,
sin tiempo de mirar
un jardín bajo el sol
antes de morir.
Quizá por eso estos cuentos buscan hablar de aquello que en algún momento nos pasó resbalando y no conseguimos apresar/apreciar del todo. Aquello que primero pareció trascendente, luego lo contrario y, con los años, volvió a ocupar el centro de nuestro tablero emocional porque aún tenía algo que contarnos. En ese baúl de la memoria cabe cuanto podamos imaginar: desde las conversaciones interminables con los amigos sobre nuestra banda favorita hasta las charlas más estúpidas (inmaduras) sobre la escuela, las drogas, la violencia, el amor, la libertad... Todo eso. Escribir sobre ello, sostiene el libro en alguna de sus páginas, sirve para construir el pensamiento y vivir en él.

Y bien visto, es probable que algunos nos empeñemos en «construir pensamiento» para agrandar un poco la jaula, para achicar una pizca el tamaño de la soledad. En definitiva, para resistir la oxidación. Eso sí, para resistir... hasta donde puedas. Nadie está exento de que llegues a los 75 y justo te pegue el viejazo la semana previa a que San Lorenzo juegue la final de la Copa Libertadores. Y que entonces se te ocurran ideas como tatuarte el escudo de tu equipo o, torpe de ti, sentarte sobre tus gafas poco antes de ir al estadio. Ese día, si tú eres el hijo y ese es tu padre, empiezas a comprender mejor el drama de cuando Luke Skywalker descubrió que Darth Vader era su padre.

Porque la oxidación no respeta a nada y a nadie. Ni siquiera a Maximo Disfrute, el tipo más popular de tu barrio, que parecía capaz de todo: acaudillar la barra contra la de Parque Rivadavia, hacerse el inmortal tras su prestigiosa aureola de dealer o escupir aquella frase, la de «Boedo queda donde estemos nosotros», que aún te da vueltas en la cabeza tiempo después. Incluso él, un buen día, años después, mostrará en un programa de telerrealidad qué clase de decadencia le trajeron las drogas, las respuestas banales a los dilemas de siempre y las canciones que no hablaban de nada. Ese día, pese a Manal y la casa con diez pinos, el barrio entero se oxidará —y tú con él— un poco más deprisa.

*

PD 01. Un fragmento del libro, aquí, en Deshojando renglones.
PD 02. Deberes: tengo que ver esta entrevista, a ver si he acertado en algo...

18 de septiembre de 2012

Enrique Urquijo




Anoche tocó insomnio. Y cuando abrí los ojos a las 4:23, esta canción, «Aunque tú no lo sepas», de repente estaba allí. No es que sea un fan de Los Secretos o de Enrique Urquijo —o no al menos por ahora—; sin embargo, la había escuchado por la mañana mientras Pancho Varona contaba en la radio un par de anécdotas de Urquijo con Joaquín Sabina y, desde entonces, la melodía se me quedó prendida como la mugre del verano al cristal de mi ventana. Ignorante de mí, solo conocía la versión de Quique González.

Un tipo tímido, tierno, cariñoso y necesitado de cariño. Más o menos así describió Varona a Urquijo. Eso mismo corroboran algunos artículos que, cada tanto, han conmemorado el aniversario de su muerte (16 de noviembre de 2001). Lo suyo fue una sobredosis. Lo encontraron una noche en un portal de Malasaña, en la calle Espíritu Santo, cerca de donde yo viviría años después... Aguantó hasta los 39 años la pelea contra la heroína y otros excesos. Ni siquiera su hija, con la que posaba radiante en algunas fotos, consiguió salvarle del abismo.

Ni siquiera su hija.

Se ve que esto de vivir no es tan fácil como algunos quieren hacernos creer, que no solo depende de la economía o del éxito profesional. Somos seres complejos, repletos de emociones, más frágiles de lo que creemos. Hay días buenos y días malos... Y los malos a veces son muy malos. Quizá tuvieran algo que comentar al respecto Antonio Vega o Carlos García Berlanga, dos compañeros de generación de Enrique Urquijo que también abandonaron pronto este escenario desde donde yo ahora escribo. Uno en 2009, a los 51; el otro en 2002, a los 42. Los dos, también, auspiciados por las drogas.

Por alguna razón, escuchar una y otra vez esta canción triste me ha servido para retomar el blog después de varios meses sabáticos. Más adelante, y si el impulso dura, puede que descubra el porqué. No sé, quizá sea la crisis de los 40, que se acerca. Por ahora, me conformo con (re)tomarme esto de bloguear sin más horizonte que pasar un buen rato y poner a salvo unos cuantos pensamientos/sentimientos. Últimamente todo es demasiado existencial en este país.

PD 01. Enrique Urquijo versioneando un canción de Carlos García Berlanga, «El hospital». Tal para cual.

PD 02. Deberes: tengo que sacar 2 horas para ver este documental sobra la Movida Madrileña. Tiene buena pinta.