27 de diciembre de 2010

José Ignacio Lapido y el capitalismo (musical)

Usted es uno más de los músicos que han optado por la producción propia. ¿Qué le pasa a la industria discográfica? ¿Cuánto tiempo le da y qué soluciones propone?

[José Ignacio Lapido] Refiriéndonos a la industria, podríamos parafrasear a Leonard Cohen y decir que ellos "me sentenciaron a veinte años de aburrimiento". La industria discográfica de este país tiene muchos pecados que purgar, y los está purgando. Históricamente se han dedicado a buscar el beneficio a corto plazo, sin cultivar carreras de largo recorrido de artistas con criterio. No han ejercido una labor educativa con el público potencial. Han primado la horterada rentable de usar y tirar, y ahora que la gente se puede bajar la horterada gratis, se quejan. Aparte, claro está, de que en la sociedad, especialmente en la de nuestro país, ha calado hondo la absurda idea de que todo lo relacionado con la cultura debe ser gratis. Estamos en un periodo de liquidación por derribo, en el sálvese quien pueda. Y mi tabla de salvación ha sido crear Pentatonia Records. Que cada cual se agarre al palo que más le convenza, pero que se asegure que flote.


El capitalismo está especializado en vender detritus envuelto en bonito papel celofán. Y el capitalismo musical hace lo mismo: vestir con sonidos espectaculares canciones que no son nada, o peor aún, que son horribles. Si nos fijamos en las listas de ventas de los últimos 30 años veremos que hay muy pocos clásicos que hayan sobrevivido bien al paso del tiempo. Sólo en el año 1969 se editaron más canciones que han pasado a ser clásicos de la música popular que en todos estos últimos 30 años. Entonces todavía había un criterio. Ahora sólo hay apariencia.


Si alguien es capaz de votar a Berlusconi, es perfectamente capaz de comprarse un disco de Lady Gaga.


PD 01. Los fragmentos proceden de una entrevista de Manuel Cuéllar para El País.
PD 02. La foto procede de la revista efeeme y es de Salvador Serrano.
PD 03. Aquí va el MySpace de José Ignacio Lapido.

7 de diciembre de 2010

La verdad sobre Bob Dylan

Mañana toco en Newport
y estoy un poco confundido.
Tráeme mi guitarra,
sigamos a esos meteoritos.



Parade - El aerolito Dylan







Hace poco le escuché a Ibon Errazkin en Mapa sonoro (min. 8.30) decir que el pop debe tener una parte de sorpresa, algo que te haga decir «¿pero qué es esto?» o que incluso te haga pensar que no entiendes muy bien de qué va el asunto. El pop como exploración, como búsqueda de lo diferente, como salvoconducto para ser todos un poco más marcianos de vez en cuando. Más literario no le había podido salir la enunciación de su canon musical.

Disco tras disco, las composiciones de Antonio Galvañ (el hombre tras Parade) cumplen siempre con ese juicio de Errazkin. O al menos a esa conclusión he llegado yo esta mañana mientras escuchaba La fortaleza de la soledad, un refinado discazo pop que tenía semiolvidado. Y sobre todo he pensado en ello cuando ha sonado «El aerolito Dylan», una joya cósmicamente conjetural que debería figurar en la entrada The Electrical Dylan Controversy de Wikipedia. Si alguien quiere saber por qué Bobby cambió su acústica por una guitarra eléctrica en el Newport Folk Festival debería prestar atención a este tema...


Paseaba con Dylan.
Era el verano del 65,
centelleaban las Perseidas,
cuando se volvió y me dijo:

«Mañana toco en Newport
y estoy un poco confundido.
Tráeme mi guitarra,
sigamos a esos meteoritos».

Así que subimos
hasta lo alto de la colina.
Él tocaba con su acústica
Song to Woody, Chimes of freedom.

Entonces un hilo finísimo
le atravesó, encendido.
La noche de San Lorenzo
marcó a Bobby su camino

«Judas», le llamaron «Judas».
Pero sólo yo sabía
que todo fue un aerolito,
el aerolito Dylan.

Al cabo de un rato
recuperó la consciencia.
La guitarra estaba rota.
Me miró con suficiencia.

«No la necesito –me dijo–.
He tenido una idea:
el mercurio ardiente ya sé cómo suena;
mañana tocaré con la guitarra eléctrica».

Y sólo yo sabía
que fue el aerolito Dylan...


PD 01. «El aerolito Dylan», canción extraída de La fortaleza de la soledad, de Parade. La foto procede del fotolog bananaRepublic.

PD 02. De algún modo, esta canción me hizo recordar otro conjetural, aunque este literario: Cómo maté a John Lennon, de Andrés Neuman.

1 de diciembre de 2010

¿Cama o diván?

—Vos nunca te metés en mis problemas porque tenés pánico al compromiso.

—No, pará, nena, pará, pará, pará: a mí, si querés llevarme a la cama, llevame; pero al diván, no, ¿eh?

(Minuto 3.37 de esta secuencia de El hijo de la novia.)