25 de noviembre de 2010

El año que tampoco hicimos la Revolución, Todoazen

El Colectivo Todoazen es un grupo plural y multidisciplinar que centra su trabajo en el campo de las investigaciones narrativas. Han participado en la tarea de escribir este libro J. G., economista (que declara unos ingresos brutos anuales de 26.000 euros), I. E., sociólogo (que declara unos ingresos brutos anuales de 14.000 euros, y B. C.), escritor (que declara unos ingresos brutos anuales de 9.500 euros).

Así empieza El año que tampoco hicimos la Revolución, del Colectivo Todoazen (Caballo de Troya, 2009).
Colectivo Todoazen - El año que tampoco hicimos la Revolución

No hay semana en que los humildes currantes nos vayamos a dormir sin llevarnos un soponcio salarial. Varían los actores y las cantidades, pero el final de las noticias que nos dan parece tan constante como la gravedad en la Ley de Newton: alguien muy listo gana, como mínimo, unas 9,81 veces lo que tú. Es decir, que tiene unas 10 vidas más para jugar a esto del mercado libre, y por tanto en caso de game over se queda con 9 en el tablero mientras tú ves desaparecer la tuya. Así funciona el dumping aplicado a las personas (también llamadas «recursos humanos», «capital humano», «pueblo», «trabajadores», etcétera, según convenga).

Desde hace unos días, en el diario Público están erre que erre con que Dolores de Cospedal ganó una pasta gansa en 2008 por ser la secretaria del Partido Popular y que en 2009, además, su partido le aumentó un 30% el salario. Al parecer hablamos de unos 240.000 € y un par de sueldos (como senadora y como secretaria). También de alguien que dijo en junio que su partido era «el partido de los trabajadores».

Mira que el pueblo dice barbaridades en la tele por 4 pesetas, ¡qué no va a decir un político por 240.000 eurazos!

¡Trabajadores a mí! ¡Santiago y cierra, España!

Oxímoron proletario-salarial aparte, la susodicha, por supuesto, se hace la loca. Que si machismo, que si leyes especiales contra ella, que si otros ganan más que yo, que si ahora veto al diario que me da caña, etcétera. Lo esperable. En breve dirá, si es que no lo ha dicho ya, que esta es la réplica del PSOE por lo de José Bono (quien tampoco necesita apretarse el cinturón y vive tan holgadamente o más que ella).

Y así estamos, día tras día, cuando no es el patrimonio de Cristina Garmendia, es la S.L. de Aznar y Botella, o que José Montilla gana el doble que Zapatero, y cuando no es un alcalde de pueblo que se embolsa 9.000 € mensuales del dinero que Hacienda le retiene a los idiotas como yo.

Como diría mi padre: «Todos en un barco, y a Siberia». (Pero no a Siberia-Gasteiz, no, ¡a Siberia-Siberia!) Aunque yo más bien los pondría a hacer trabajo social; quizá así desarrollarían un mínimo sentido de comunidad. El padre de un amigo cuida a gente en estado terminal y el de otro colabora recibiendo enfermos en urgencias un par de días a la semana. Ambos ganan bastante menos que los citados anteriormente y son más útiles.

Constantino Bértolo, editor del libro del Colectivo Todoazen, suele recomendar una medida para solucionar esta clase de males. Es la misma que se han aplicado los autores de El año que tampoco hicimos la Revolución: que sea público cuánto gana cada quien. Es más: que en las empresas haya una hoja donde figure el sueldo de todos los empleados, desde el becario al gerente general. Ídem con quienes viven de dar conferencias o de formar opinión; junto al nombre del loro de turno, un cartelito que diga cuánto cobra por decir lo que está diciendo. Y, a ser posible, otro con su estado de cuenta bancario o la declaración de la renta. Así todos nos entederemos mejor y sabremos qué privilegios tememos perder cuando defendemos tal o cual idea.

Yo lo veo bien. A mí, cuando quiero alquilar un piso, me piden demostrar con números que se puede confiar en mi palabra. Un aval bancario de 6 meses, una nómina o la última liquidación del IVA, la renta anterior... De todo. Así, cuando yo digo «podré pagar la mensualidad», la gente se fía y me alquila una de las 15 casas que conforma su patrimonio. De este modo, subrayan, saben desde dónde hablo.

Pues yo quiero lo recíproco.

Hay quienes van por la calle y se imaginan a todo el mundo en pelotas. Los hay que dan una conferencia y, para evitar los nervios, se imaginan que la audiencia tiene una gallina en la cabeza. Yo, desde hace un tiempo, cada vez que alguien me habla, lo primero que pienso es ¿cuánto gana? Y a continuación: ¿cuánto declarará de verdad ante Hacienda?

Desde que lo hago entiendo algo mejor el mundo en que vivimos.


PD 01. Esta entrada, Sociología hecha literatura, del blog de Caballo de Troya juraría que complementa bastante bien lo comentado anteriormente sobre su editor. El libro El año que tampoco hicimos la Revolución está disponible en varias páginas web. Imagino que los propios autores lo habrán liberado.

PD 02. Ahí va un subrayado de El año que tampoco hicimos la Revolución para reflexionar sobre esa ficción llamada «democracia», donde nos han vendido que quienes estamos en la parte de abajo de la pirámide de ingresos brutos decidimos algo en esta sociedad... ¿El qué?
El reparto de la tarta. Un 0,16 % de los contribuyentes españoles posee el 27,5 % de los depósitos del sistema bancario, según una estimación del BBVA a partir de datos del Ministerio de Hacienda de 2001. En euros contantes y sonantes, 53.000 personas sumaban depósitos declarados a Hacienda por valor de 111.600 millones de euros hace dos años y medio. La banca privada del BBVA, dirigida en exclusiva a clientes con un patrimonio neto superior a dos millones de euros, gestiona 7.040 millones de euros de 1.108 «grupos familiares», según datos del 30 de junio pasado que arrojan un crecimiento semestral de los depósitos del 11,5 % y unos depósitos medios por cliente de casi siete millones.
Tampoco está de más saber cuántos ricos hay en el país y cuánto declaramos ganar por término medio.

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