7 de octubre de 2010

Reconstrucción, Antonio Orejudo

Muchos se preguntan para qué sirve leer. Y ya puestos, se cuestionan si leer ficción ayuda a entender el mundo que nos rodea. No pienso emprender una tarea evangélica al respecto; me conformo por hoy con mostrar un ejemplo práctico de cómo interaccionan las novelas con la información que nos llueve por tierra, mar, aire e Internet.

Hace un mes o así terminé Recontrucción, de Antonio Orejudo. Como he comentado más de una vez en el blog, es uno de los narradores españoles contemporáneos por los que profeso una devoción militante. Uno de esos autores que me devuelven aumentada mi fe en la Literatura. Esta novela está ambientada en la Europa del siglo XVI y tiene como protagonista a un orador, Bernd Rothmann, educado por las altas esferas del catolicismo y que encabeza una revuelta contra la Iglesia. Allá por la página 71, tengo marcado lo siguiente en el diálogo que mantienen dos personajes:
En toda predicación, por muy espiritual que sea, hay que dejar siempre un espacio para hablar de dinero.
En estos días circula por los medios españoles un titular que me hace reflexionar una y otra vez sobre ese subrayado. Al principio pensaba que era cosa de los periodistas de izquierdas, que tergiversaban, simplificaban, sacaban de contexto, etcétera. Pero no, lo he buscado en el ABC, insigne periódico de la derecha española y vocero de las tesis eclesiásticas, y reproduce tal cual el titular en cuestión. Dice así:
Los obispos dicen que la visita del Papa es «un negocio espiritual y económico»
Como diría el castizo: se podría decir más alto, pero no más claro.

Parece increíble que un obispo se haya animado a decir semejante oración, ¿no? Y, sin embargo, el entrecomillado es del secretario general de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino. ¿Ven para que sirve leer ficción? Para hacer auténticos actos de fe con la realidad por inverosímil que a veces nos parezca. Ni siquiera dios resiste ante el capitalismo... Hay que ver. Es más: no sé qué suena peor, si la alusión al negocio económico o al negocio espiritual.

Pero que quede claro: todo, hablemos del alma o del bolsillo, absolutamente todo es un negocio.

Por cierto, que parte del negocio consiste en que la gente alquila los balcones de su casa a precios que oscilan entre 500 y 700 €. Aquí, un anuncio de los muchos que ofrece Google y aquí, un artículo al respecto publicado en El Periódico. Otra parte es la que menciona el diario La Vanguardia, que sostiene que este viaje «proporcionará a Barcelona y a la Sagrada Familia un impacto publicitario difícil de cuantificar». Entre tanto muchos ciudadanos nos preguntamos por qué tenemos que pagarle la visita a Ratzinger con nuestros impuestos, pues sus fieles sólo han recaudado por ahora 300.000 €.

En fin, que lo único espiritual que nos va a quedar en este país son los melenudos de Obus cantando ¡Dinero, dinero! o los de Barón Rojo cantando Resistiré. Eso sí, me deja tranquilo que la Iglesia ha blanqueado con honestidad y sin tapujos que todo el orégano del monte es negocio, poética del marketing, Mercado. Que incluso el espíritu es susceptible de negocio, que nadie está al margen del verdadero dios que nos gobierna: el dinero. De ahí que ficciones como Reconstrucción, de Antonio Orejudo, nos ayuden a poner a salvo el alma de las garras del capitalismo papal.

*

PD. Del artículo del ABC, no tiene desperdicio este fragmento (ojito: CEE es Conferencia Episcopal Española, no Comunidad Económica Europea):
Martínez Camino ha explicado que la CEE solo se ha pronunciado sobre leyes que son lesivas para las personas como la del Aborto o los matrimonios homosexuales, pero ante una norma "tan compleja" como la reforma laboral, "los obispos tienen muy claro que no deben inmiscuirse en cuestiones que son legítimamente discutibles". (...)
Cada día me da más miedo la gente como Martínez Camino. La intolerancia contra los homosexuales o contra el aborto, ¿serán parte del «negocio espiritual»? El 7 de noviembre lo sabremos.

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