21 de abril de 2009

El último lector, Ricardo Piglia



Sigo encontrándome perlitas aquí y allá en la red. Esta vez tropecé con una videoentrevista a Ricardo Piglia, hecha en un café de París cuando lo homenajearon en La Sorbonne. El ruido de coches y autobuses que entra por la ventana le da un toque toque genuino a la conversación, que resulta de lo más cotidiana. Desconozco quién charla con Piglia; en cualquier caso, parece la simple y jugosa conversación entre el autor y un buen lector suyo. Dura unos 20 minutos y el autor argentino habla de la publicación en Francia de El último lector, hace algunas consideraciones sobre la circulación de los libros o explica cómo ve el asunto de la lectura.

. ¿Más Piglia? ==> Entrevista en Teína.


PD: Y ya que estoy, me dejo por aquí, a mano, la tesis de Piglia sobre las dos historias en el cuento. Las copié y pegué del portal Ciudad Seva. No sé de qué libro suyo han sacado estos subrayados; calculo que de Formas breves (Anagrama, Barcelona, 2000). Ya averiguaré.


Tesis sobre el cuento
Los dos hilos: Análisis de las dos historias

Ricardo Piglia


I

En uno de sus cuadernos de notas, Chejov registró esta anécdota: "Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida". La forma clásica del cuento está condensada en el núcleo de ese relato futuro y no escrito.

Contra lo previsible y convencional (jugar-perder-suicidarse), la intriga se plantea como una paradoja. La anécdota tiende a desvincular la historia del juego y la historia del suicidio. Esa escisión es clave para definir el carácter doble de la forma del cuento.

Primera tesis: un cuento siempre cuenta dos historias.


II

El cuento clásico (Poe, Quiroga) narra en primer plano la historia 1 (el relato del juego) y construye en secreto la historia 2 (el relato del suicidio). El arte del cuentista consiste en saber cifrar la historia 2 en los intersticios de la historia 1. Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario.

El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.


III

Cada una de las dos historias se cuenta de un modo distinto. Trabajar con dos historias quiere decir trabajar con dos sistemas diferentes de causalidad. Los mismos acontecimientos entran simultáneamente en dos lógicas narrativas antagónicas. Los elementos esenciales del cuento tienen doble función y son usados de manera distinta en cada una de las dos historias. Los puntos de cruce son el fundamento de la construcción.


IV

En "La muerte y la brújula", al comienzo del relato, un tendero se decide a publicar un libro. Ese libro está ahí porque es imprescindible en el armado de la historia secreta. ¿Cómo hacer para que un gángster como Red Scharlach esté al tanto de las complejas tradiciones judías y sea capaz de tenderle a Lönnrott una trampa mística y filosófica? El autor, Borges, le consigue ese libro para que se instruya. Al mismo tiempo utiliza la historia 1 para disimular esa función: el libro parece estar ahí por contigüidad con el asesinato de Yarmolinsky y responde a una casualidad irónica. "Uno de esos tenderos que han descubierto que cualquier hombre se resigna a comprar cualquier libro publicó una edición popular de la Historia de la secta de Hasidim." Lo que es superfluo en una historia, es básico en la otra. El libro del tendero es un ejemplo (como el volumen de Las mil y una noches en "El Sur", como la cicatriz en "La forma de la espada") de la materia ambigua que hace funcionar la microscópica máquina narrativa de un cuento.


V

El cuento es un relato que encierra un relato secreto.

No se trata de un sentido oculto que dependa de la interpretación: el enigma no es otra cosa que una historia que se cuenta de un modo enigmático. La estrategia del relato está puesta al servicio de esa narración cifrada. ¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra? Esa pregunta sintetiza los problemas técnicos del cuento.

Segunda tesis: la historia secreta es la clave de la forma del cuento.


VI

La versión moderna del cuento que viene de Chéjov, Katherine Mansfield, Sherwood Anderson, el Joyce de Dublineses, abandona el final sorpresivo y la estructura cerrada; trabaja la tensión entre las dos historias sin resolverla nunca. La historia secreta se cuenta de un modo cada vez más elusivo. El cuento clásico a lo Poe contaba una historia anunciando que había otra; el cuento moderno cuenta dos historias como si fueran una sola.

La teoría del iceberg de Hemingway es la primera síntesis de ese proceso de transformación: lo más importante nunca se cuenta. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión.


VII

"El gran río de los dos corazones", uno de los relatos fundamentales de Hemingway, cifra hasta tal punto la historia 2 (los efectos de la guerra en Nick Adams), que el cuento parece la descripción trivial de una excursión de pesca. Hemingway pone toda su pericia en la narración hermética de la historia secreta. Usa con tal maestría el arte de la elipsis que logra que se note la ausencia de otro relato.

¿Qué hubiera hecho Hemingway con la anécdota de Chejov? Narrar con detalles precisos la partida y el ambiente donde se desarrolla el juego, y la técnica que usa el jugador para apostar, y el tipo de bebida que toma. No decir nunca que ese hombre se va a suicidar, pero escribir el cuento como si el lector ya lo supiera.


VIII

Kafka cuenta con claridad y sencillez la historia secreta y narra sigilosamente la historia visible hasta convertirla en algo enigmático y oscuro. Esa inversión funda lo "kafkiano".

La historia del suicidio en la anécdota de Chejov sería narrada por Kafka en primer plano y con toda naturalidad. Lo terrible estaría centrado en la partida, narrada de un modo elíptico y amenazador.


IX

Para Borges, la historia 1 es un género y la historia 2 es siempre la misma. Para atenuar o disimular la monotonía de esta historia secreta, Borges recurre a las variantes narrativas que le ofrecen los géneros. Todos los cuentos de Borges están construidos con ese procedimiento.

La historia visible, el cuento, en la anécdota de Chejov, sería contada por Borges según los estereotipos (levemente parodiados) de una tradición o de un género. Una partida de taba entre gauchos perseguidos (digamos) en los fondos de un almacén, en la llanura entrerriana, contada por un viejo soldado de la caballería de Urquiza, amigo de Hilario Ascasubi. El relato del suicidio sería una historia construida con la duplicidad y la condensación de la vida de un hombre en una escena o acto único que define su destino.


X

La variante fundamental que introdujo Borges en la historia del cuento consistió en hacer de la construcción cifrada de la historia 2 el tema del relato. Borges narra las maniobras de alguien que construye perversamente una trama secreta con los materiales de una historia visible. En "La muerte y la brújula", la historia 2 es una construcción deliberada de Scharlach. Lo mismo ocurre con Azevedo Bandeira en "El muerto", con Nolam en "Tema del traidor y del héroe".

Borges (como Poe, como Kafka) sabía transformar en anécdota los problemas de la forma de narrar.


XI

El cuento se construye para hacer aparecer artificialmente algo que estaba oculto. Reproduce la búsqueda siempre renovada de una experiencia única que nos permita ver, bajo la superficie opaca de la vida, una verdad secreta. "La visión instantánea que nos hace descubrir lo desconocido, no en una lejana tierra incógnita, sino en el corazón mismo de lo inmediato", decía Rimbaud.

Esa iluminación profana se ha convertido en la forma del cuento.

20 de abril de 2009

Fabulosas narraciones..., Antonio Orejudo

No sé por dónde andaba navegando ayer, pero terminé encontrando un vídeo con el gran Antonio Orejudo. Hasta ahora sólo había leído entrevistas o alguna novela suya, así que no lo había escuchado ni visto nunca... Y me gustó, me cayó aún mejor que después de leerlo. Tanto es así que busqué un poco más y encontré un archivo de voz con una entrevista en la radio.

Antes de que olvide dónde hallé estas dos perlas a raíz de la reedición de Fabulosas narraciones por historias, aprovecho y las guardo aquí, a la vista de cualquiera interesado en ellas. Por cierto, si alguien no sabe qué leer, que empiece esta novela... De verdad: qué manera de reír, qué manera de disfrutar de la literatura.

. Videoentrevista en Página 2, con Óscar López.
. Entrevista radial con Àngels Barceló.
. Reseña en Teína de Fabulosas narraciones por historias.

PD: En Página 2 hay un montón de videoentrevistas, muchas con autores prescindibles; pero otras tienen su interés (a mi juicio, claro) : Ana María Matute, Eduardo Mendoza, Quim Monzó o Ray Loriga. Y en la de El Boomeran(g), hay una con Julián Rodríguez, el editor de Periférica y autor de Cultivos.

18 de abril de 2009

Cristina Peri Rossi

Me alcanza la bufanda y amorosamente me sonríe: tiene la esperanza que al llegar a la esquina una ráfaga de viento me ahorque o que yo decida suicidarme con la aguja con la que me ha cosido la camisa. Tomo la bufanda y dejo la sonrisa: tal vez sea cierto que afuera hace frío.

**
*

Microrrelato extraído de Indicios pánicos, Cristina Peri Rossi. (Bruguera, Barcelona, 1981).

16 de abril de 2009

La lectura en España: informe 2008

«En España sólo se habla de lectura, generalmente en su variante elegíaca o apocalíptica, cuando se publican los resultados de las encuestas sobre hábitos lectores o de las evaluaciones internacionales sobre el nivel de comprensión lectora de los alumnos de Educación Secundaria y se comprueba que las cifras son mediocres y decepcionantes. La agitación es entonces superlativa. El problema es que los argumentos de la mayoría de los ciudadanos se reducen a titulares de prensa (más o menos tremendos según los periódicos, las emisoras o los telediarios que frecuenten) o a frases hechas elevadas a verdades categóricas. Mucho ruido y pocos datos. Pasadas, sin embargo, unas semanas, y cuando otras alarmas van sepultando a las vigentes, las indignaciones se reducen a ceniza. Y hasta el próximo incendio, es decir, hasta las próximas encuestas.

¿De eso se trata entonces? ¿De lamentar periódicamente lo poco y mal que leen los adolescentes españoles? ¿De aprovechar las evaluaciones para ajustar cuentas con los adversarios políticos o docentes? ¿De seguir insistiendo en la degradación imparable del sistema educativo? ¿De recrearse en la queja?»

II

«Otro de los tópicos en vigor reitera que la lectura está amenazada de muerte por la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, dando por supuesto que el tiempo que los niños y jóvenes emplean en navegar por Internet, chatear o jugar con la play station se detrae de la lectura de libros. Quienes eso afirman tienen en mente una imagen de la infancia y la juventud un tanto ficticia. ¿Cuándo ha habido en España un momento en que la lectura haya ocupado de modo dominante el tiempo de ocio de los jóvenes? ¿Hace veinte años? ¿Durante la dictadura franquista? ¿A principios del siglo xx? ¿No sería más exacto y justo pensar que, dado el sombrío pasado reciente, no ha habido una época áurea de la lectura que podamos usar como referencia?

Sería bueno no confundir el deseo con la memoria y pensar que de no disponer de esos aparatos electrónicos los niños y los jóvenes emplearían su tiempo libre en jugar en la calle, conversar en los parques o no hacer nada, como ha ocurrido siempre. Basta por lo demás, asomarse a la Red, convertida gracias a los blogs y los foros en una universal conversación sobre libros y lecturas, para comprobar que nunca como hasta ahora se habían mostrado los lectores tan afanosos, ni había estado tan presente el gusto por leer».

III

«Y tampoco la lectura literaria se promueve con el entusiasmo y la agudeza que sería de desear. Ni los profesores leen como se supone que deberían de hacerlo, ni los textos aparecen ante los jóvenes con la vitalidad y la incitación necesarias. La literatura, que apenas tiene ya relevancia en los programas escolares, sigue siendo para muchos alumnos una tediosa sucesión de fechas, nombres propios, títulos y datos sin significado alguno ni conexión con sus vidas. La paradoja es que mientras desde ámbitos tan diversos como la filosofía, la psicología o las neurociencias se reivindica el papel revelador y liberador de la literatura, en las aulas escasean las discusiones libres, se asfixia por improcedente la expresión de las emociones y se ignoran sus posibilidades éticas. En vez de contribuir a la transformación de los alumnos en lectores, las obras literarias sirven como simple materia para su evaluación como estudiantes. Para arreglar ese estado de cosas habría que desmontar sin reparos ese sistema caduco [Jover 2007]».

**
*

Juan Mata en su ensayo «Leer cómo, enseñar qué (los formadores en lectura)», incluido en Informe de lectura: leer para aprender. Para ver el índice del libro y descargarse el Informe... por capítulos, en vez de entero, clic aquí.

El libro lo han publicado la Fundación Germán Sánchez Ruipérez y la Federación del Gremio de Escritores.

14 de abril de 2009

Talleres de escritura

Este mes salió en la revista Toumaï un reportaje que hice sobre talleres de escritura. Como quiera que esta publicación está orientada sobre todo al colectivo inmigrante, conversé con varios escritores y alumnos extranjeros sobre su experiencia en la materia. Entre los primeros están Leonardo Valencia (Ecuador), Julio Espinosa (Chile) y Juan Carlos Méndez Guédez (Venezuela). Entre los segundos, Claudia Tricerri (Perú), Inés Bayón (Colombia) y Luis Borges (Venezuela). A todos ellos, gracias por su tiempo y su buena predisposición.

Más abajo transcribo íntegro el reportaje. Para la versión en pdf, clic aquí.



Aprender a escribir literatura

Escribir y leer son dos placeres aptos para todos los públicos y edades. Muchas personas escriben poemas, cuentos o novelas y los dejan morir en el olvido porque no saben qué hacer con ellos. Los talleres de escritura son una opción para quienes se animen a compartirlos y quieran escuchar a otras personas opinar sobre ellos. En estos espacios educativos, la literatura es la excusa para estimular en grupo la imaginación. También para divertirse y conocerse mejor a uno mismo.

Rubén A. Arribas


“No van a los talleres para ser profesionales de la escritura —aunque en el fondo lo desean—; más bien buscan compartir una inquietud que los hace bichos raros en su entorno y que no la pueden compartir con otras personas”. Para Julio Espinosa, poeta chileno y director de la Escuela de Escritores de Zaragoza, esa es la principal motivación que lleva a muchas personas a apuntarse a un taller de escritura. Sean argentinos, cubanos o españoles, sus alumnos comparten una afición: el gusto por la literatura.

De manera similar se expresa Leonardo Valencia, quien dirige el programa de Escritura Creativa de la Universidad Autónoma de Barcelona. “Muchos entran en los talleres no porque quieren ser escritores, sino porque leen y quieren saber cómo se escribe aquello que leen... O, simplemente, para charlar sobre libros”, destaca el autor ecuatoriano.

Este tipo de talleres busca que los estudiantes aprendan los mecanismos y recursos narrativos con que trabajan los escritores. Para ello combinan lecciones teóricas con ejercicios prácticos. Entre las cuestiones que se abordan están cómo se construye un personaje, cómo se maneja el punto de vista o qué posibilidades de corrección ofrece un texto. Además de los contenidos teóricos, los alumnos reciben semanalmente una consigna que funciona como un disparador para escribir. Clase tras clase leen en voz alta sus ejercicios y escuchan los comentarios del profesor y de los compañeros, quienes argumentan lo que les ha gustado y lo que no. Con las críticas y sugerencias de mejora recibidas, los alumnos reescriben el texto y vuelven a presentarlo.

Más que en los contenidos teóricos, el aprendizaje descansa en gran medida en este diálogo entre el autor y sus lectores. De ahí que uno de los aspectos que más cueste a los alumnos al principio sea perder el miedo a expresarse y escribir sobre aquello que verdaderamente desean. Quien más y quien menos debe derribar algún tabú interno.

“Cuando los alumnos me preguntan ‘¿sobre qué puedo escribir?’, les digo que no se trata de eso... Lo que pasa es que no te atreves a contar esa cosa que ni siquiera se la contarías a tu amigo más íntimo. Ahí empieza la escritura, ese es el punto de partida; una vez que asumes eso, asumes el riesgo de estar escribiendo... Y nunca nadie dijo que escribir sea fácil”, subraya Leonardo Valencia.

Recordar una infancia añorada, narrar los sentimientos alrededor de la inmigración, convertir en historia una anécdota de un viaje reciente... Cada cual debe encontrar su tema en todo momento; en clase aprenderá los recursos que emplearon otros autores y que pueden servirle para mejorar lo que ha escrito. Eso sí, a cambio de pasar algún apuro a la hora de leer en voz alta.

“Al principio me daba vergüenza compartir cosas tan íntimas... Pero en el taller aprendí a relajarme, a romper con el miedo escénico, a no tener miedo de lo que pienso o siento”, apunta la peruana Claudia Tricerri, alumna del Taller Fuentetaja. Y añade: “Las clases te enseñan a abrirte a los demás: circulan muchos sentimientos”.


METAS ALCANZABLES

Algunos talleres complementan su oferta formativa con charlas de escritores, presentaciones de libros o seminarios sobre literatura. Asimismo, muchos de ellos suelen impulsar una revista, blog, lista de correo o foro donde los alumnos publican lo que escriben, intercambian comentarios sobre libros o se pasan información literaria. En los talleres ya consolidados y con cierta estructura incluso publican anualmente una antología con los mejores textos presentados por los alumnos.

Los precios de los cursos varían mucho según el formato y quién los imparte. En general, los centros culturales, bibliotecas municipales o espacios que dependen de asociaciones vecinales ofrecen talleres gratuitos o con un coste económico (alrededor de 30 euros por mes). En talleres o escuelas con más renombre y mejor estructura docente, los precios rondan los 75 euros mensuales para los cursos por internet y los 90 para los presenciales de una clase de dos horas a la semana en grupos de hasta quince personas. Otra opción son los denominados «talleres de autor», ofertados por algunos escritores por cuenta propia. Los precios de estos últimos son similares a los de los talleres o escuelas.

El coste puede ser un factor limitante; sin embargo, para algunos, como Luis Borges, supone un incentivo personal. “Soy una persona poco voluntariosa... Si pago, me veo obligado a ponerme una disciplina, a producir textos con más frecuencia”, argumenta este venezolano. Él ha cursado talleres desde el bachillerato y asegura que le gustan porque le sirven para “aprender de las personas que ya han pasado por donde está uno”. Ahora tiene entre manos su primera novela; de ahí que asista a un taller en Arteduna con Juan Carlos Méndez Guédez, un escritor venezolano con una sólida trayectoria literaria.

La mayoría de las noches, Borges se sienta a escribir a eso de las once, cuando llega de trabajar. Él estudió para guionista de cine o de televisión; sin embargo, debe conformarse por el momento con vender alarmas puerta a puerta. En cualquier caso, persevera en lo suyo: “Intento escribir una página de mi novela cada noche”.

Si persiste y sigue trabajando, en unos años le llegará ese momento que todo amateur en el fondo ansía: publicar. De hecho, puede tomar como referencia al peruano José Luis Torres Vitola, quien fue alumno de Méndez Guédez y que publicó el año pasado con Algaida Editores su libro de cuentos 5:37. Es decir: quien trabaja, llega al objetivo.

En cualquier caso, si algo se aprende en un taller de escritura es que publicar es lo menos importante. Si cuando uno empieza a tocar el piano no se obsesiona con dar conciertos, con la escritura ha de suceder algo parecido: lleva años dominar este exigente instrumento hecho de palabras que es la lengua. Por ello el acento debe recaer sobre el aprendizaje y el disfrute de la escritura.

La mayoría de los alumnos así lo siente. Como dice Claudia Tricerri, “por ahora busco descubrir nuevos autores, que alguien lea lo que escribo y que me lo corrija”. Su ilusión es “publicar algo, algo que lea y diga: me encanta”. Sin embargo acota: “No sé si quiero vivir de esto”. Y es que aprender a escribir o que te guste la literatura no son placeres incompatibles con trabajo alguno.

**
*

RECUADROS

Luis Borges, 28 años. Luis mantiene el blog http://oboed.blogspot.com y es venezolano como Juan Carlos Méndez Guédez, su profesor de escritura en el Taller Arteduna. Vino a España para hacer un máster de guión cinematográfico, y por ahora trabaja vendiendo alarmas puerta a puerta... Todavía no encontró empleo en una productora de cine o de televisión. De su profesor lo que más valora es “su tono respetuoso con la persona y sus opiniones, que vienen de la experiencia: se nota que ha recorrido un largo camino”.

Inés Bayón, 53 años. “Todo el mundo que lee escribe un poco”, sostiene esta colombiana, a quien su padre le inculcó de niña la afición por los libros. En 2007 comenzó con las clases de escritura en el Taller Fuentetaja. Su experiencia la valora así: “Me encanta ir: es la única forma de que te escuchen lo que escribes, y eso es algo que me motiva mucho para seguir escribiendo”. No piensa en publicar; según ella, lo importante ahora es aprender, pasar un buen rato con los compañeros y que Gloria, su profesora, siga leyéndola y corrigiéndola.

Alternativas: muchas y variadas. Los talleres de escritura contemplan un gran abanico de opciones. Los más clásicos son los de iniciación a la escritura creativa, relato breve, poesía y novela; pero también se ofertan de redacción periodística, microrrelatos o novela negra. Incluso los hay para trabajar con la autobiografía, adentrarse en la literatura infantil o familiarizarse con los guiones de cine. Y, en casi todas las variantes, existe la posibilidad de cursarlos de manera presencial o a través de internet. Muchos de ellos son trimestrales, pero en general los talleres más avanzados se plantean como un curso anual regular. En verano, se pueden hacer cursos intensivos.

Direcciones útiles

Barcelona

. Laboratorio de Escritura: cursos [arroba] laboratoriodeescritura.com y 93 213 94 89.
. Escola d’Escriptura: escolaescriptura [arroba] ateneubcn.org y 93 317 49 08.

Bilbao

. Asociación escribe-lee: info [arroba] escribe-lee.es y 600 74 21 16.
. Taller Alfa: talleralfa [arroba] telefonica.net y 944 161 129.

Madrid

. Taller Fuentetaja: info [arroba] fuentetajaliteraria.com y 91 531 15 09.
. Taller Arteduna: informacion [arroba] arteduna.com y 91 541 32 37.
. Escuela de Escritores: info [arroba] escueladeescritores.com y 91 758 31 87.

**
*

En este reportaje, se me quedaron varias cosas en el tintero; pero al menos una de ellas quisiera rescatarla, más que nada porque insistí para que me pasaran los datos y al final no vieron la luz en papel:

Lo más barato: centros culturales y bibliotecas. Antonio Jiménez Morato y Elvira Navarro imparten talleres gratuitos en varias bibliotecas municipales de Madrid. En Bilbao, los centros Deusto, San Francisco y Begoña ofertan cursos muy económicos. Para Barcelona, lo mejor es preguntar en el centro cívico más cercano. Más información: www.munimadrid.es, www.madrid.org, www.bilbao.net y www.bcn.es.

Aprender a escribir literatura, artículo en Toumaï

Este mes de abril salió en la revista Toumaï un reportaje que hice sobre talleres de escritura. Como quiera que esta publicación está orientada sobre todo al colectivo inmigrante, conversé con varios escritores y alumnos extranjeros sobre su experiencia en la materia. Entre los primeros están Leonardo Valencia (Ecuador), Julio Espinosa (Chile) y Juan Carlos Méndez Guédez (Venezuela). Entre los segundos, Claudia Tricerri (Perú), Inés Bayón (Colombia) y Luis Borges (Venezuela). A todos ellos, gracias por su tiempo y su buena predisposición.

Más abajo transcribo íntegro el reportaje. Para la versión en pdf, clic aquí.


Aprender a escribir literatura

Escribir y leer son dos placeres aptos para todos los públicos y edades. Muchas personas escriben poemas, cuentos o novelas y los dejan morir en el olvido porque no saben qué hacer con ellos. Los talleres de escritura son una opción para quienes se animen a compartirlos y quieran escuchar a otras personas opinar sobre ellos. En estos espacios educativos, la literatura es la excusa para estimular en grupo la imaginación. También para divertirse y conocerse mejor a uno mismo.

Rubén A. Arribas


“No van a los talleres para ser profesionales de la escritura —aunque en el fondo lo desean—; más bien buscan compartir una inquietud que los hace bichos raros en su entorno y que no la pueden compartir con otras personas”. Para Julio Espinosa, poeta chileno y director de la Escuela de Escritores de Zaragoza, esa es la principal motivación que lleva a muchas personas a apuntarse a un taller de escritura. Sean argentinos, cubanos o españoles, sus alumnos comparten una afición: el gusto por la literatura.

De manera similar se expresa Leonardo Valencia, quien dirige el programa de Escritura Creativa de la Universidad Autónoma de Barcelona. “Muchos entran en los talleres no porque quieren ser escritores, sino porque leen y quieren saber cómo se escribe aquello que leen... O, simplemente, para charlar sobre libros”, destaca el autor ecuatoriano.

Este tipo de talleres busca que los estudiantes aprendan los mecanismos y recursos narrativos con que trabajan los escritores. Para ello combinan lecciones teóricas con ejercicios prácticos. Entre las cuestiones que se abordan están cómo se construye un personaje, cómo se maneja el punto de vista o qué posibilidades de corrección ofrece un texto. Además de los contenidos teóricos, los alumnos reciben semanalmente una consigna que funciona como un disparador para escribir. Clase tras clase leen en voz alta sus ejercicios y escuchan los comentarios del profesor y de los compañeros, quienes argumentan lo que les ha gustado y lo que no. Con las críticas y sugerencias de mejora recibidas, los alumnos reescriben el texto y vuelven a presentarlo.

Más que en los contenidos teóricos, el aprendizaje descansa en gran medida en este diálogo entre el autor y sus lectores. De ahí que uno de los aspectos que más cueste a los alumnos al principio sea perder el miedo a expresarse y escribir sobre aquello que verdaderamente desean. Quien más y quien menos debe derribar algún tabú interno.

“Cuando los alumnos me preguntan ‘¿sobre qué puedo escribir?’, les digo que no se trata de eso... Lo que pasa es que no te atreves a contar esa cosa que ni siquiera se la contarías a tu amigo más íntimo. Ahí empieza la escritura, ese es el punto de partida; una vez que asumes eso, asumes el riesgo de estar escribiendo... Y nunca nadie dijo que escribir sea fácil”, subraya Leonardo Valencia.

Recordar una infancia añorada, narrar los sentimientos alrededor de la inmigración, convertir en historia una anécdota de un viaje reciente... Cada cual debe encontrar su tema en todo momento; en clase aprenderá los recursos que emplearon otros autores y que pueden servirle para mejorar lo que ha escrito. Eso sí, a cambio de pasar algún apuro a la hora de leer en voz alta.

“Al principio me daba vergüenza compartir cosas tan íntimas... Pero en el taller aprendí a relajarme, a romper con el miedo escénico, a no tener miedo de lo que pienso o siento”, apunta la peruana Claudia Tricerri, alumna del Taller Fuentetaja. Y añade: “Las clases te enseñan a abrirte a los demás: circulan muchos sentimientos”.


METAS ALCANZABLES

Algunos talleres complementan su oferta formativa con charlas de escritores, presentaciones de libros o seminarios sobre literatura. Asimismo, muchos de ellos suelen impulsar una revista, blog, lista de correo o foro donde los alumnos publican lo que escriben, intercambian comentarios sobre libros o se pasan información literaria. En los talleres ya consolidados y con cierta estructura incluso publican anualmente una antología con los mejores textos presentados por los alumnos.

Los precios de los cursos varían mucho según el formato y quién los imparte. En general, los centros culturales, bibliotecas municipales o espacios que dependen de asociaciones vecinales ofrecen talleres gratuitos o con un coste económico (alrededor de 30 euros por mes). En talleres o escuelas con más renombre y mejor estructura docente, los precios rondan los 75 euros mensuales para los cursos por internet y los 90 para los presenciales de una clase de dos horas a la semana en grupos de hasta quince personas. Otra opción son los denominados «talleres de autor», ofertados por algunos escritores por cuenta propia. Los precios de estos últimos son similares a los de los talleres o escuelas.

El coste puede ser un factor limitante; sin embargo, para algunos, como Luis Borges, supone un incentivo personal. “Soy una persona poco voluntariosa... Si pago, me veo obligado a ponerme una disciplina, a producir textos con más frecuencia”, argumenta este venezolano. Él ha cursado talleres desde el bachillerato y asegura que le gustan porque le sirven para “aprender de las personas que ya han pasado por donde está uno”. Ahora tiene entre manos su primera novela; de ahí que asista a un taller en Arteduna con Juan Carlos Méndez Guédez, un escritor venezolano con una sólida trayectoria literaria.

La mayoría de las noches, Borges se sienta a escribir a eso de las once, cuando llega de trabajar. Él estudió para guionista de cine o de televisión; sin embargo, debe conformarse por el momento con vender alarmas puerta a puerta. En cualquier caso, persevera en lo suyo: “Intento escribir una página de mi novela cada noche”.

Si persiste y sigue trabajando, en unos años le llegará ese momento que todo amateur en el fondo ansía: publicar. De hecho, puede tomar como referencia al peruano José Luis Torres Vitola, quien fue alumno de Méndez Guédez y que publicó el año pasado con Algaida Editores su libro de cuentos 5:37. Es decir: quien trabaja, llega al objetivo.

En cualquier caso, si algo se aprende en un taller de escritura es que publicar es lo menos importante. Si cuando uno empieza a tocar el piano no se obsesiona con dar conciertos, con la escritura ha de suceder algo parecido: lleva años dominar este exigente instrumento hecho de palabras que es la lengua. Por ello el acento debe recaer sobre el aprendizaje y el disfrute de la escritura.

La mayoría de los alumnos así lo siente. Como dice Claudia Tricerri, “por ahora busco descubrir nuevos autores, que alguien lea lo que escribo y que me lo corrija”. Su ilusión es “publicar algo, algo que lea y diga: me encanta”. Sin embargo acota: “No sé si quiero vivir de esto”. Y es que aprender a escribir o que te guste la literatura no son placeres incompatibles con trabajo alguno.

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RECUADROS

Luis Borges, 28 años. Luis mantiene el blog http://oboed.blogspot.com y es venezolano como Juan Carlos Méndez Guédez, su profesor de escritura en el Taller Arteduna. Vino a España para hacer un máster de guión cinematográfico, y por ahora trabaja vendiendo alarmas puerta a puerta... Todavía no encontró empleo en una productora de cine o de televisión. De su profesor lo que más valora es “su tono respetuoso con la persona y sus opiniones, que vienen de la experiencia: se nota que ha recorrido un largo camino”.

Inés Bayón, 53 años. “Todo el mundo que lee escribe un poco”, sostiene esta colombiana, a quien su padre le inculcó de niña la afición por los libros. En 2007 comenzó con las clases de escritura en el Taller Fuentetaja. Su experiencia la valora así: “Me encanta ir: es la única forma de que te escuchen lo que escribes, y eso es algo que me motiva mucho para seguir escribiendo”. No piensa en publicar; según ella, lo importante ahora es aprender, pasar un buen rato con los compañeros y que Gloria, su profesora, siga leyéndola y corrigiéndola.

Alternativas: muchas y variadas. Los talleres de escritura contemplan un gran abanico de opciones. Los más clásicos son los de iniciación a la escritura creativa, relato breve, poesía y novela; pero también se ofertan de redacción periodística, microrrelatos o novela negra. Incluso los hay para trabajar con la autobiografía, adentrarse en la literatura infantil o familiarizarse con los guiones de cine. Y, en casi todas las variantes, existe la posibilidad de cursarlos de manera presencial o a través de internet. Muchos de ellos son trimestrales, pero en general los talleres más avanzados se plantean como un curso anual regular. En verano, se pueden hacer cursos intensivos.

Direcciones útiles

Barcelona

. Laboratorio de Escritura: cursos [arroba] laboratoriodeescritura.com y 93 213 94 89.
. Escola d’Escriptura: escolaescriptura [arroba] ateneubcn.org y 93 317 49 08.

Bilbao

. Asociación escribe-lee: info [arroba] escribe-lee.es y 600 74 21 16.
. Taller Alfa: talleralfa [arroba] telefonica.net y 944 161 129.

Madrid

. Taller Fuentetaja: info [arroba] fuentetajaliteraria.com y 91 531 15 09.
. Taller Arteduna: informacion [arroba] arteduna.com y 91 541 32 37.
. Escuela de Escritores: info [arroba] escueladeescritores.com y 91 758 31 87.

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En este reportaje, se me quedaron varias cosas en el tintero; pero al menos una de ellas quisiera rescatarla, más que nada porque insistí para que me pasaran los datos y al final no vieron la luz en papel:

Lo más barato: centros culturales y bibliotecas. Antonio Jiménez Morato y Elvira Navarro imparten talleres gratuitos en varias bibliotecas municipales de Madrid. En Bilbao, los centros Deusto, San Francisco y Begoña ofertan cursos muy económicos. Para Barcelona, lo mejor es preguntar en el centro cívico más cercano. Más información: www.munimadrid.es, www.madrid.org, www.bilbao.net y www.bcn.es.

6 de abril de 2009

El Gaviero

Mi última entrevista para Vulture me deparó una grata sorpresa: descubrí que Ana Santos, la editora de El Gaviero, es de Guadalajara, como yo. En lo que va de año es la segunda alcarreña que me cruzo en los algodonales de la literatura (la otra fue Diana Nuño, quien participa con su blog en Algunas ideas buenísimas que el mundo se va a perder, de Alberto Olmos). Sé poco de Guadalajara porque viví allí sólo mis primeros 20 meses; de todos modos, y dada mi condición de manchego errante, me da curiosidad esto de conocer gente de ahí que no sea de mi familia y que encima se dedique a los libros. Tenía que decirlo. Ya lo he dicho... Ahora, la entrevista.

PD: Por cierto, esta será mi despedida de Vulture... La famosa recesión nos golpea a todos. Ellos han tenido que olvidarse del papel y yo, del tiempo libre. Quizá más adelante retomemos la sección. Si sobrevivimos al 2009, digo.

. Versión en html de la entrevista: aquí (página 37).
. Versión en pdf (todo se andará, que está complicada la cosa).


ANA SANTOS, EDITORA DE EL GAVIERO

«La poesía es un mercado difícil, pero los lectores son muy fieles»

En 2009, El Gaviero cumple cinco años publicando libros con formatos inusuales y materiales de gran calidad para autores emergentes. Lo suyo es, sobre todo, arriesgar con la poesía.

Rubén A. Arribas


—A nosotros lo que más nos cuesta es hacer todos los libros iguales.

Al otro lado del teléfono Ana Santos ríe como una niña traviesa: sabe que los libros de El Gaviero destacan por su impacto visual y por lo atrevido de sus propuestas. En su catálogo hay un poemario bilingüe español-inglés que homenajea a la Guerra de las Galaxias, relatos y novelas cortas encuadernadas a la manera de un viejo cartoné, libros que mezclan poesía, prosa e ilustración cosidos con espirales metálicas... Su identificación con el mundo de la edición es tal que los nombres de algunas de las colecciones, como Hule negro, Guairo o Troquel, incluso refieren explícitamente al oficio.

—Esto tiene una parte lúdica, que es lo que nos hace disfrutar de la edición. Para nosotros la libertad en el diseño y mezclar lenguajes es muy importante. Sabemos que es arriesgado, pero también que hay gente que espera algo así.

Ese nosotros incluye a Pedro J. Miguel, la otra parte de El Gaviero. Fue la experiencia de ambos con la revista Salamandria la que les hizo ver que existía un «un nicho de mercado» por explotar: el de los lectores que aprecian, además de la calidad del contenido, la belleza del continente: buen papel, ediciones numeradas, sistemas de cosido especiales... De ahí que se plantearan el desafío de «publicar libros bonitos a precios razonables».

A pesar de de que usan materiales y procesos poco frecuentes, Santos y Miguel mantienen en general sus precios entre 14 y 20 euros. Eso les llevó en su día a tomar una decisión comercial pionera: prescindir del distribuidor, responsable de que el libro se encarezca un 60 por ciento. En su lugar apostaron por internet para difundir y vender los libros. Asimismo, abrieron la posibilidad de suscribirse a su catálogo —por 100 euros recibes los 8 o 9 poemarios que publican cada año— y colocaron sus títulos en librerías comprometidas al cien por cien con la literatura. Todo ello da una pauta de qué clase de empresa cultural es esta:

—Somos una editorial bonsái: muy cuidada y muy chiquitita.

A los dos adjetivos que menciona Santos, hay que añadir un tercero: arriesgada. Gran parte de los 35 títulos que componen su catálogo corresponden a poetas españoles, muchos de ellos jóvenes y desconocidos. Entre los autores que mejor han funcionado en los cinco años de vida gaviera están Kepa Murúa y María Eloy-García, quienes agotaron los 666 ejemplares de su edición en apenas un año. Javier Corcobado casi lo ha logrado también. Y Ana Gorría, Juan Antonio Iglesias o Antonio Portela están en ello. De ahí que frente al clásico «la poesía no vende», Ana Santos conteste:

—La poesía es un mercado difícil, pero los lectores son muy fieles.


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Tres libros para conocer El Gaviero


Que la fuerza te acompañe, VV. AA. Este es uno de esos libros que, como diría Ana Santos, saca «a la poesía de la urna de cristal donde la han metido». Y es que en este poemario colectivo autores como Luis Alberto de Cuenca, Carlos Marzal, Ana Gorría o Harkaitz Cano homenajean a la Guerra de las Galaxias en formatos varios: soneto, haiku, poema narrativo... La edición fue bilingüe y se publicaron 1977 ejemplares (ese fue el año en que se inició la saga). El Gaviero le mandó un ejemplar a George Lucas... Sin embargo, este todavía no ha contestado.

El polizón desnudo, de Ana Tapia. Ana Tapia, antropóloga y poeta, viaja al encuentro de pueblos africanos como los Wayaj o los Azande, reflexiona sobre el estrógeno o le escribe una epístola a Corto Maltes. En el destilado que deja sobre cada hoja siempre hay una imagen del otro; de cómo nos vemos, de cómo nos ven. La mirada y el nomadismo de espíritu son los dos grandes ejes que atraviesan los poemas, relatos, caligramas y prosa poética que contiene este libro híbrido.

Circus girl, de Maite Dono. «Hablar de luz es insoportable / Lo intento muchas veces y no existe poesía / Sólo dios y calor entre las piernas». La cantante, actriz y poeta Maite Dono apela al lenguaje desnudo, a los versos sin puntuación y a la dicción teatral para hablar de las servidumbres del amor. Ternura y desgarro a partes iguales, algo así como la delicada Tori Amos cantándole en el piano a Kurt Cobain Smells Like a Teen Spirit después de que este hubiera roto todas sus guitarras y se hubiera suicidado.

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Más entrevistas en Vulture con editores españoles:
Versión extendida en Teína:



5 de abril de 2009

Guy de Maupassant y Gustav Flaubert

«Gustav Flaubert era ante todo y por encima de todo un artista». Así absuelve Guy de Maupassant a su maestro y amigo frente a cualquier crítica que pudiera derivarse de la célibe devoción que profesaba el autor de Madame Bovary por la literatura.
Gustav Flaubert estuvo durante toda [su vida] dominado por una única pasión y dos amores: la pasión fue la prosa francesa; uno de los amores su madre, el otro los libros.
En Todo lo que quería decir sobre Gustave Flaubert (Editorial Periférica, Cáceres 2009), Maupassant disculpa a su mentor con el cariño previsible que se deben los amigos. Sin embargo, cada vez que aborda el asunto ahonda más, sin querer, en la reflexión que le produce la actitud de su padre literario. Es como si se preguntara de vez en cuando ¿qué me falta a mí para llegar a ser Flaubert? O dicho de otro modo y de manera más impersonal: el artista, ¿es aquel que vive absorbido sólo para su obra, aquel que ni siquiera tiene espacio para el sexo con el prójimo?
Gustav Flaubert amó las letras de una manera tan absoluta que en su alma rebosante de este amor no cabía ninguna otra ambición.
Sujeto, verbo y predicado. Cada vez que Maupassant tiene que decir algo sobre la vida íntima de su maestro parece Azorín... ¿Por qué? ¿Para qué ese tono asertivo? Quizá, bajo esa aparente claridad de juicio, trate de pasar de puntillas por un asunto que prefiere no explicar y que justifica de maneras realmente curiosas. Por ejemplo esta:
Pasaba casi todo el tiempo en Croisset, entre sus libros, y junto a su madre. Fue un hijo modélico (...).
Increíble, pero alguien inteligente como Maupassant intenta hacerle creer al lector que encuentra normal que Flaubert prefiera estar con su madre que perdido entre las sábanas de Louis Colette. Maupassant, Maupassant... Pero si eres tú mismo el que después nos dices esto otro:
Era, por el contrario, un hombre bondadoso, aunque de verbo violento y muy tierno, a pesar de que tengo la sospecha de que su corazón jamás se conmovió profundamente por una mujer.
¿Un «hijo modélico» es alguien del que tienes la sospecha de que «su corazón jamás se conmovió profundamente por una mujer»? Con amigos como tú para trazar semblanzas no hacen falta enemigos como yo... Y si no, mira esto otro que escribiste:
Se ha hablado mucho y se ha escrito mucho sobre su correspondencia, publicada después de su muerte, y los lectores de las últimas cartas aparecidas han pensado que era presa de una gran pasión porque están llenas de literatura amorosa. Flaubert amó, como tantos poetas, equivocándose sobre la mujer que amaba. Musset hizo otro tanto, pero él al menos huía con ella a Italia o a alguna isla española, añadiendo a su débil pasión el decorado del viaje y el legendario atractivo de la soledad en la lejanía. Flaubert prefirió amar completamente solo, lejos de la amada, y escribirle, rodeado de sus libros, entre dos páginas de prosa.
El remate del párrafo es memorable: prefirió amar solo, lejos de la amada... Pareces Bioy Casares hablando de Borges. Ah, el indescriptible orgasmo de la página perfecta. Gran onanismo ese, sí. En fin, también se ve que eso de «hijo modélico» implica elegir a la mujer equivocada y amarla de lejos, al lado de la madre, encerrado en una biblioteca y entregado a las voluptuosidades de la prosa francesa. Enternecedoramente sensual... Casi tengo una erección.

Y, para terminar de arreglarlo, aún escribiste un párrafo más, el que sigue al anterior. Es de suponer que hablas de Louis Colette, aunque nunca das nombre y apellido:
Dado que ella le reprocha continuamente, en cada una de sus respuestas, que no iba nunca a verla y que podía prescindir de su presencia con una obstinación humillante, le dio una cita en Nantes, y con la triunfante satisfacción que produce el deber cumplido, se lo anunció de este modo: «Piensa que la semana próxima pasaremos juntos toda una tarde».
Joder con el «hijo modélico», el «apóstol más ferviente de la impersonalidad del arte» y, por encima de todas las cosas, el Artista. Menuda educación sentimental la suya, qué modales de galán: nena, confórmate con que te dedico una tarde cada tanto... A ver, Maupassant, Maupassant, seamos honestos, la pregunta que te haces es esta otra, y se comprende: ¿quiero ser de mayor como Flaubert? O, venga, vamos a formularla en plan genérico: ¿hace falta la célibe exageración del ermitaño para llegar a ser un gran artista?

Es una pregunta difícil y que cada escritor contesta a su manera. Suena a Cioran hablando de las taras y de su correlación con la calidad de la obra. Lo sé. Y es que más allá de la técnica literaria o de que Flaubert sea, según tú, un «investigador infatigable» que «amontonaba sin descanso los documentos», más allá de que hables de tu maestro como el genio que emparenta con Rabelais, La Bruyère, Bossuet, Montesquieu o Chateubriand, y que le pega una patada en el culo a Balzac, más allá incluso de que Flaubert practique de manera inigualable el arte «de dar valor a las ideas mediante las palabras, mediante la sonoridad y la textura de la frase», más allá de todo eso, mi querido Maupassant, bajo tu texto hay una duda que te roe las entrañas, pareces preguntarte a ti mismo: si llevara una vida como la de Flaubert, ¿daría el salto y llegaría a su nivel de excelencia? Yo, que con esfuerzo he logrado un fraseo digno de la aprobación de mi maestro, ¿qué más necesito para igualarlo?

En este libro que te han publicado en Cáceres reflexionas de manera lateral sobre ello... Y por eso es una delicia ver cómo te contienes, cómo evitas no irte de la lengua, cómo el cariño que sientes por tu maestro te obliga a buscarle, como le pasó a Zapatero con la crisis, todos los sinónimos, eufemismos y referencias elípticas que puedes. Eso sí, yo sólo te digo que pese a la sífilis, el intento de suicidio o los hijos no reconocidos, tu biografía se parece más a lo que cualquiera entiende por vida que la de Flaubert. Con todo, prometo escribir otra entrada donde desmenuce tus referencias a la técnica literaria del autor de Salambó, La tentación de San Antonio o La educación sentimental. Nobleza obliga.

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Todo lo que quería decir sobre Gustav Flaubert, Guy de Maupassant.
Editorial Periférica, Cáceres, 2009.


1 de abril de 2009

Julio Cortázar y la literatura social



Estoy fascinado con que Radio Nacional de España esté volcando parte de su archivo en internet. Hoy encontré una entrevista con Julio Cortázar sobre su militancia política en la última etapa de su vida. La charla es de 1983 y las preguntas son de lo más variopintas; lo mismo le preguntan si se va a reunir con Felipe González que lo ponen a hablar de cómo escribe un cuento o de si es poco patriota tener pasaporte francés. Una joyita.