10 de junio de 2008

Raymond Chandler

Anoche comencé La hija del caníbal, de Rosa Montero. Llegué hasta la página 65 casi con la convicción de que abandonaré hoy (ya habrá tiempo para poner en limpio las notas que he tomado). Quizá porque esta novela es una suerte de policial, esta mañana me levanté, abrí El simple arte de escribir, de Raymond Chandler, y releí algunos párrafos mientras tomaba un café. Antes de ponerme a trabajar, quise copiar algunos subrayados. Más que con Montero, me parece, que la selección tiene que ver con que en las dos, tres últimas semanas no he terminado libro alguno...


I
Cielos, a este tipo le vendría bien una buena poda. Escribe de modo soberbio a veces, pero nunca sabe cuándo detenerse. Es igual que la mayoría de esos condenados rusos.

II
De joven yo era muy creyente y muy devoto. Pero tuve la maldición de una mente analítica. Cosa que sigue preocupándome.

III
Nunca le pedí a un escritor un ejemplar autografiado, y en realidad le doy muy poco valor a esas cosas.

IV
Siempre me gustan los libros equivocados. Y las películas equivocadas. Y la gente equivocada. Y tengo la mala costumbre de empezar un libro y leer sólo lo necesario para asegurarme de que quiero leerlo, y ponerlo a un lado mientras rompo el hielo con otros dos.


V
Pienso que lo que atrae a los lectores es cierta tensión emocional que lo saca a uno de sí mismo sin agotarlo demasiado. Esos libros nos permiten vivir peligrosamente sin ningún peligro real.

Las citas, por orden, están sacadas de las páginas 166, 161, 159, 154 y 223 de

El simple arte de escribir (cartas y ensayos escogidos), Raymond Chandler.
Emecé, Buenos Aires 2002.
Traducción de César Aira.

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