12 de junio de 2008

Isabel Cañelles

I

En definitiva, los personajes son personas cuya vida se convierte en historia objetivada y cuyo mundo se transforma en un microcosmos donde cada suceso tiene su causa y su consecuencia. Esta simplificación de las coordenadas humanas hace de los personajes seres coherentes y completos, a diferencia de las personas. Así pues, tanto los escritores como los lectores, perdidos en un mundo inabarcable lleno de incongruencias, tienen mucho que aprender de los personajes.


II

Esa coherencia de los personajes no es obstáculo para que estos se comporten en todo momento como seres humanos, con sus defectos, sus virtudes y hasta con sus ataques de tos.

Sin embargo, es la de los personajes una humanidad más sencilla que la nuestra, hecha de pequeños gestos muy reconocibles, de palabras familiares y cercanas, de mágica simplicidad...; las cuatro gotas esenciales que rezumarían del ser humano si lo exprimiéramos como un limón, si le quitáramos la piel y escamas y disfraces y dobleces, son la humanidad concentrada del personaje.

No son, pues, las grandes palabras —aunque las profiera— ni los actos heroicos —aunque los ejecute— los que hacen humano al personaje. Nuestro héroe podrá volar sobre las nubes a lomos de un caballo blanco y alado, pero será su manera de mirar los campos, allá abajo, con la cabeza ladeada y ojillos algo miopes, lo que hará de él un congénere del lector. Si los dioses griegos nos parecen personas no es por su magnanimidad o su omnipotencia, sino por las pequeñas rencillas que los mueven, por su comportamiento casi infantil.


III

[ Sobre Ana Karenina ]

Lo que Levin no sabe es que su monólogo sobre Dios y el Alma le llega al lector como una tonadilla, agradable pero lejana; que aquello que realmente lo hace humano es la forma en que aparta la hoja para que el insecto siga su camino; que su cercanía la sentimos en la delicadeza con que ata las briznas de hierba; y que el sentido de su vida no le viene a través de sus complejas reflexiones, sino del mismo hecho de estar tendido de bruces bajo la sombra de un olmo. Así de simple es la humanidad de un personaje.

*

La construcción del personaje literario (un camino de ida y vuelta), Isabel Cañelles.
Prólogo de Eloy Tizón.
Editorial Fuentetaja, Madrid 1999.

Reseña en Teína :: clic aquí.
Los fragmentos pertenecen a las páginas 212 y 213.





No hay comentarios:

Publicar un comentario