24 de junio de 2008

Andrés Neuman

A principios de este año entrevisté a Andrés Neuman para el n.º 18 de Teína. Fue una charla de unas dos horas y media, entretenida, intensa, muy sustanciosa, imposible de resumir en todos sus ejes en el texto que publiqué (y eso que es largo). Han pasado varios meses desde entonces, pero aún me resuenan tres conceptos que iluminan bastante bien, creo yo, cómo encara Neuman el oficio de escritor:

1. Nunca me voy a dormir hasta tener la sensación de que he trabajado provechosamente .
2. Si escribes dos páginas al día, tienes más de 700 al año.
3. Cada línea es una oportunidad narrativa.

Parecen preceptos sencillos, pero no lo son; basta sentarse a escribir en una silla a diario para saberlo. En la entrevista de Teína, él amplía estos conceptos, entre otros, y explica cómo escribe o cómo corrige, por ejemplo.

Por ahora me conformo con ofrecer ese texto. Tengo pendiente reordenar un poco lo que caratulé como 'caras b'; a ver si un día de estos me pongo con el cincel y el mandil periodísticos, y subo acá dos o tres preguntas que no publiqué (como se nota que estoy educado en la manchega 'filosofía del cocido': Aquí no se tira ná, que me decían de niño). De momento, rescato algunos subrayados que quise haber usado, pero de los que desistí por cuestiones de espacio

I

La escritura comienza en lo narrado y continúa en sus omisiones, que son las verdaderas decisiones que debe tomar el hacedor de cuentos. El cuento, en este sentido, aspira a una sencillez hermética: es el género que mejor sabe guardar un secreto.

El que espera, página 139.
Anagrama, 2001.

II

Toda forma narrativa propone algún modo de invadir el espacio. En este sentido, el cuento se movería igual que un dardo y la novela, igual que un radar. Toda forma narrativa propone además un modo de manipular el tiempo. Desde esta perspectiva, la novela sería un todavía y el cuento, un de repente: las novelas dibujan un esquema temporal, van enlazando un conjunto de transiciones; los cuentos trazan un corte, fabrican un estado abrupto.

Epílogo de El último minuto, página 135
Páginas de Espuma, 2007.


III

Sin hacer de ello dogma, he comprobado que me agrada poner en práctica lo que podríamos llamar la técnica del minuto. Esta consiste en explotar al máximo los matices y las contradicciones de un fragmento temporal muy limitado, distorsionando la correspondencia entre el tiempo de la narración y el de la acción. Si alguna vez Napoleón dijo (aunque lo dudo) «vísteme despacio que tengo prisa», quizá muchos cuentistas escribimos pensando «narremos lentamente, que tenemos poco tiempo».

Epílogo de El último minuto.
Páginas de Espuma, 2007.

Más Neuman:
Fragmentos de Alumbramiento y El que espera
Reseña de Alumbramiento

La ilustración es de Miguel Herranz, compañero de fatigas en Teína.

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